MI NOMBRE ES ENEIDA

Mi nombre es Eneida, un nombre que me dio mi tía materna, con la cual me crié los primeros años de mi vida. En ese tiempo, ella estaba leyendo La Eneida de Virgilio, toda una obra sobre el viaje mítico, y sintió que este nombre me vendría bien. Estoy de acuerdo, este nombre me viene bien.

Cuando le pregunto qué sintió exactamente a ponerme el nombre Eneida, mi tía no sabe explicarlo y sonríe.

En el contexto de un curso, he trabajado con el color y el movimiento del nombre, así como con la energía de la cual es portador. Descubrí que mi nombre es amarillo, su danza serpentina, y está codificada, en él, toda una memoria de traumas generacionales bien escondidas. Yo tenía que llamarme así para poder caminar el viaje de sanación que he escogido, pero también tengo otro nombre espiritual que se me ha otorgado en esta amada Qullasuyu. Me llamo “Medicina de la Luna” y sonrio cuando escribo este nombre porque siento una pertenencia a algo mucho más grande, una conexión con la Madre Luna, un pertenecer al cosmos que me llena de felicidad.

Mi madre dice que yo no podía dormir sin mirar a la Luna cuando era niña y me cuenta que he nacido bajo una luna llena. Sonrío. Sé que me rige Cáncer; soy una mezcla de explosiones tormentosas y aguas calmas que abrazan. Me acepto y abrazo así, con todo lo que me ha caracterizado, con todo lo que tiene que morir para transformarse y con todo lo que me caracteriza en este momento. Mirarme de tal forma también me ayuda a emprender el vuelo en este tiempo.

Nací el 2 de Julio 1985, en un país pequeño, rodeado de las aguas del mar mediterráneo, llamada Albania. En mi lengua madre, en Albanes/Shqip, el nombre de mi país es Shqiperi que significa Tierra de las Águilas. Es apropiado que nací ahí, mi alma ha querido rescatar la mirada de las águilas desde muy niña, porque a los 5 años recuerdo que podía ver siempre el macro en conexión con el micro, podía ver la grandeza del mundo sin perderme los detalles. Las águilas vuelan alto, ampliando la mirada, pero pueden ver desde esa altura hasta los detalles más pequeños.

Parece, que mi viaje por la vida hasta ahora, tiene que ver mucho con el aprendizaje de mirar de esta forma.

En ceremonias con plantas sagradas, repetitivamente, me he visto como un pajarito, entre colibrí y lechuza con alas rotas, mirando la belleza y lo oculto de todo lo que me rodeaba, tratando de aprender, sanar, participar en la vida, pero sin fuerza para alzar el vuelo. Por mucho tiempo, no pude ver el águila que reside en mí. Cuando pienso en mi niñez, aunque encuentro mucha belleza y dulzura vivida en esos años, siempre me acuerdo de haber sentido mis alas rotas, no-desarrolladas, siempre me sentí sufrida y no merecedora de crecer; ha sido imposible sentirme águila. Pero, las cosas están cambiando. Mientras miro con respeto a mis raíces, mientras sigo mirando los ancestros y ancestras, mientras sigo honrando los linajes de los cuales soy portadora con todas sus bellezas y dolores, mientras asiento cada día más a mi madre y padre, mientras veo lo que he vivido con compasión y aceptación, encuentro la fortaleza para aceptar el águila que soy y emprender el vuelo.

Hace poco recibí un regalo.

Sentí, por la primera vez, mis alas grandes y fuertes; me reconocí Águila de la tierra donde nací y del cosmos, y por fin sentí que pude rescatar esa parte olvidada de mi ser en conexión con el territorio que me ha soñado, una parte que está al servicio de algo mucho más grande. Lo pude hacer solo porque he trabajado profundamente con la raíz, esa raíz ancestral de mi amada tierra natal.

Mi nombre es Eneida, soy hija, hermana, mujer, amante de la vida (aunque a veces peleamos) y poeta!

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